
Emmeline era hija única, pero sus papás nunca le prestaban atención, ni siquiera cuando se portaba mal. Nadie le hacía caso, ni las criadas ni el cartero.
Una noche, mirando por la ventana de su cuarto, vió una estrella muy brillante y le pidió un deseo, el cual le fue concedido: un nuevo amigo que la protegiera y nunca la abandonara. Mr. Creazil, el nuevo amigo, fue el compañero de juegos de Emmeline y ella fue feliz por un tiempo, porque Mr. Creazil, aunque jugara todo el tiempo con ella y la acompañara, sólo hacía lo que ella pedía y nada más, nunca la amó por si mismo.
Un día llegó una de las criadas a decirle a Emmeline la nueva buena noticia: iba a tener una hermanita. Cuando la criada se retiró, Mr. Creazil le dijo a Emmeline que eso de buena noticia no tenía nada. Ella se enfureció y gritó y gritó “¡Cómo me pueden sustituir así!¡Cómo pueden amar a otra!”. Mr. Creazil, alimentándose de esa furia y esos gritos, creció. Entre más gritaba Emmeline, más crecía, hasta que fue más grande que la casa donde vivian. Mr. Creazil vengó a Emmeline derrumbando la casa con todos dentro. Luego destruyó el vecindario con los niños que nunca jugaron con ella.
Finalmente Emmeline, terminó de gritar. Con lo que le quedaba de fuerza fue a llorar a lo que antes había sido cuarto. “¿Porqué no me amaron a mí? ¿Por que una nueva hija? Yo hubiera hecho cualquier cosa por un abrazo, un beso en la frente o hasta por una buena zurra”, pero ya no quedaba nadie para quererla.
Por la noche, vió de nuevo a la estrella a la que le había pedido su primer deseo, y esta vez pidió… desaparecer.
A veces, por las noches, casi se puede escuchar una vocecita que dice “por favor, por favor”, el viento repitiendo el deseo de una niña que fue olvidada prácticamente por todos.
Historia y dibujos: Katy Towell
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